UN ASIENTO CON RECLAMACIONES

…CONTINUACIÓN…

nos adentramos entre las pequeñas olas que rompían en aquella larga orilla de playa, mojándonos nuestros pies, o como aquel día que escuché la risa contagiosa de Susana cuando torpemente tragaba agua en mis primeras clases de natación en la piscina del club de mi padre. ¡Ella, sí,  la simpática Susana!, «»mi primer beso «»

No duró más allá que ese cursillo de natación, pero fue bonito.

¡Esa laguna guarda celosamente mi primera erección!

En cuanto se desprendió de sus zapatillas para ayudar a mis compañeros a meterse en el agua, yo las cogí. Sentí su suavidad. Las acaricié. Apenas pesaban en mi mano. Tome mi cámara y las fotografié, inmortalizando ese momento.

Tenía que ser el poseedor de unas y necesitaba la prueba de su existencia. Algo que mostrar a mis padres  cuando volviera a casa.

¡Fué mi mejor mes de vacaciones!

Así que aquel año y antes de empezar las jornadas lectivas, papá decidió regalármelas por obtener buenas notas el curso anterior. (Fue su excusa, porque mi insistencia en ellas llegó a tal punto que no pudo negarse).

Compruebo que todo éste correcto y en buen funcionamiento en mi medio de locomoción. Ruedas engrasadas y lustrosas, con las bandas fluorescentes colocadas adecuadamente, neumáticos con presión y estado idóneo, engranajes de marchas revisados, frenos listos para su fin, asiento cómodo y mochila de avituallamiento a bordo. En ella llevo mi botella de agua, algunos caramelos, unos pañuelos de papel, galletas, un plano, un callejero, una linterna, un impermeable (por expreso deseo de mis padres) y unas banderitas adhesivas de colores. (Luego pondré algo más de comer, seguro que mamá ya lo tiene listo).

Me dirijo a la cocina donde ya me espera mi madre con el desayuno preparado. Una buena taza de chocolate caliente me aguarda en la mesa junto con un bocadillo de queso derretido por el calor de la plancha y una bolsa de comida para el camino que contiene, un sándwich, un termo con batido de chocolate bien frío y dos piezas de fruta. Hoy toca manzana y plátano, por lo de reponer energías…¡ah!, y mi eterno compañero de viaje, amigo inseparable de aventuras, que no pesa nada, ocupa un mínimo espacio dentro de la mochila pero uno grande en mi vida y alivia las fatigas: «mi pastillero».

-¡Buenos días, hijo! ¿Has tenido buena noche? ¿Pudiste descansar?

-Hola, buenos días mamá. Con alguna molestia pero he descansado. ¿Y papá?, no lo he oído ésta mañana.

-Pero, ¿estás bien para tu investigación? Tu padre tuvo que madrugar hoy, le surgió un problema en la fábrica…Supongo que ya tienes organizado tu día de trabajo y ya te habrás documentado.

-Sí, de vuelta a la investigación. Acabo de imprimir la información que necesito de una nueva ruta que quiero trazar en mi mapa y tengo que decirte que ha llegado el momento de cumplir mi promesa. Voy a desandar el camino, volveré donde todo comenzó.

-¿Estás seguro? ¿Creo que deberías esperar un poco más?

-No. Ya han pasado tres años y creo que estoy preparado para partir hacia ese extremo de la ciudad. Hoy también me acercaré hasta el cementerio.

-Hijo, sabes que no me gusta que vayas solo hasta allí.  La ruta hacia el campo santo es complicada y te queda alejado.

-Lo sé, pero despreocúpate. Iré atajando por donde el Callejón de Ruiz. Antes haré una parada en el estanco de Doña Paca, ¿puedes dejarme dinero? Tengo que comprar algo.

Sorprendida y sin hacer más  preguntas, me lo entrega, apostillando,

– «Lío», respeto tu decisión y tienes todo mi amor, como siempre. Sólo te pido que no apures y seas prudente. La paciencia no es tu aliada. Tu hermana lo comprenderá si no llegas.

-Mamá esta labor que hago requiere ser observador, no llevar prisas y además aunque quisiera correr, ¡estos hierros que me lo impiden…,!  pero ya ha pasado tiempo y en algún momento tendré que hacerlo.

Mamá me acompaña como cada mañana hasta el ascensor y mientras esperamos juntos su llegada, le digo: -¿No quieres saber para que es el dinero? y negando con la cabeza, me sonríe.  Yo simplemente le respondo, «quiero llevar flores a Marta» y con su cara radiante de felicidad viendo como parto contento a mi tarea diaria, a mi ejercicio mañanero, dejo cerrar esa puerta para abrir otra. Comienza mi lucha con el mundo y poniéndome mis guantes cual boxeador antes de saltar al ring, cruzo el umbral del portal y salgo a la calle.

El primer obstáculo ha comenzado. Tengo que cruzar un paso de cebra, así que cogiendo impulso y con fuerza, inclino mi cuerpo hacia atrás y frenando mis piernas de goma, mis ruedas, amortiguo el golpe bajando el peldaño de la acera. Tan solo he recorrido diez metros y ya tropiezo con la prueba de superación número uno. «Unos bordillos demasiado altos». Pero esa banderita adhesiva, esa chincheta de color en el mapa que decora mi habitación, hace tiempo que ya fue colocada y aún espero poder retirarla. ¡Han prometido solucionar el problema! «Estamos en campaña política y juegan las promesas».

Así que raudo me dispongo a marcar con las banderitas de colores en el pequeño plano, todos los inconvenientes que sé hallaré en el camino y que convertiré en chinchetas rojas cuando, al final del día, llegue a casa y traslade esa información a mi «gran mapa» que decora y viste, una de las paredes de mi pequeño espacio donde aún guardo los recuerdos y mis sueños, como el que tengo todas las noches desde aquella fatídica mañana.

Sé que existen muchos inconvenientes, al igual que demasiados baches en la carretera de la vida, y aún sin solución, por eso es importante cualquier grano de arena que se aporte y escuchar sentado sólo unos pocos pueden hacerlo, ya que siempre hay prisas en este mundo tan exigente.

Así que mi historia llega al final,…

«…y tal día como hoy, no sufría, cuando yendo a clase con mi hermana, un loco del volante y las prisas, decidió que ella, la dulce y hermosa Marta, se fuera para siempre, y yo, loco reaccionario, me quedara encerrado en esta silla de hierro que me acompaña, callada y fiel, como buena montura a la batalla que día a día me he propuesto llevar a cabo. Por eso desde este asiento de primera fila, que me traslada a todas partes y que hace posible mi comunicación, hago ésta  reclamación por todos los que quieren estar dentro de éste mundo y no nos lo permiten con tantas barreras que impiden nuestra movilidad»,…

¡Tantas normas!…

¡Quisiera una forma de mirar en que la compasión no fuese el fin, y que la educación fuese la meta a inculcar a aquellos de mentes obtusas!

«NO AÍSLEN A LAS VOCES QUE QUIEREN HABLAR…»

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