«Las palabras se las lleva el viento…»
¿Quién dijo esa frase? No lo sé
«Los actos duran sólo hasta lograr el objetivo final»-ésta la digo yo-
En una ocasión de mi adolescencia, creo recordar que en clase de las llamadas por aquel entonces «Ciencias Naturales», oí del profesor, que el hombre es el único ser racional. Bueno: ¡debió ser allá por la época de las cavernas!, cuando aún se estrujaban las pocas neuronas cerebrales en pensar las ideas que surgían, con valores muy simples pero importantes, como calentarse y sobrevivir por aquellos tiempos. Ahora, en la máxima supremacía de la más absoluta inteligencia artificial e ignorante dejadez, en la comodidad de las últimas tecnologías que incluso nos atrevemos a viajar al infinito, en la esplendorosa y creativa época en que se alarga nuestra vida genéticamente, hemos olvidado con facilidad todo el mal ocasionado para lograr ese objetivo.
Mal a todas las especies que destacan por encima de nosotros y sólo por ese hecho, destruimos. Bien por su belleza, bien por deporte para enardecer egos o por supersticiones de vanidades podridas en dinero, adquirimos la vida de otro ser para exhibirla como trofeo. Bien por abuso de alimentación, sobreexplotando hasta consumir el medio y aniquilando sin contemplación de tamaño, edad o sexo hasta su exterminio. He ahí cuántos animales extintos y cuántos medios naturales desaparecidos, asolados, arrasados de éste planeta común; y ahora se esfuerzan en plasmar meras fotografías, ¡pobres imágenes con coletilla!: el último de su especie, ha sido abatido.
Palabras y actos que dejar escritos, al uso de los que vendrán, sin ejemplos que mostrar.
Mal a la floresta, a la vegetación, destruyendo plantas que sanaban desde los tiempos en que el «hombre racional» -¿recuerdan?-, aquel que se estrujaba la cabeza, las buscaba para curarse. Ahora son una tóxica y dañina competencia al enriquecimiento de unos pocos con industrias y farmacéuticas. Árboles ancestrales que sostenían al mundo aportándole el vital oxígeno, que allá en el infinito pretensioso, donde se atreven a decir cómo se inició la vida, es una gran capa de protección, para esa devastadora especie llamada «homosapiens racional». ¡Qué ilógico! Ellos también están sucumbiendo.
Mal a su propia raza por algo tan viejo y fósil como los dinosaurios: «el odio». Ellos se extinguieron por un mal ajeno, por algo externo, pero nosotros nos estamos aniquilando por algo interno: «nuestros propios miedos». Miedo a la muerte y creernos superiores, tanto que pretendemos engañarla, y buscamos fuera, en otros mundos, en otras galaxias, lo que ya tenemos aquí.
¡No somos merecedores de tanta sapiencia!
Saber tanto no nos ha servido para dotar a la inteligencia de conocimiento y parar a tiempo ésta locura.
Pretendemos educar a las siguientes generaciones y me pregunto, -¿con qué ejemplos?-, sí nada estamos dejando.
En la naturaleza al animal enfermo, al no preparado, al que tiene alguna tara, al viejo, algunos son sacrificados en pro de la manada, pero aún así, ese acto se lleva a cabo con la ceremonia y la importancia adecuada, sin alarde ni ostentación. La oportunidad de la defensa, de la ayuda necesaria, de la compañía hasta su último suspiro, son actos todos realizados por y para la seguridad del grupo. Ninguno destaca. Si es cierto, que debe haber un líder, pero es elegido por sus cualidades en inteligencia de entre los más preparados para guiar al resto y por norma, es una regla matriarcal. No es pues fuerza lo que buscan entre ellos, sino actos y quién sabe, palabras que nosotros no logramos para enterdernos y entender; por eso de que es más fácil que el viento se las lleve, excusa perfecta para no prestar la atención adecuada a la comprensión de ese ser.
¿Y nos atrevemos a juzgar quién es el animal?
La nuestra es una manada cuya seguridad es el ego, haciendo daño por el placer que sentimos al infligirlo y sólo cuando estamos enfermos o viejos, olvidamos: lo que hemos hecho (actos) y lo que hemos dicho (palabras).»¿Por el propio interés de durar más en el tiempo?», pues dicen que la memoria de los que quedan, te harán perdurar (otra frase dicha por alguien inmortal, -no sé-)
En ese tiempo, como en el de las cavernas, siempre tengo el deseo, que habrá un individuo que no piense tanto y actúe más. «Son los llamados minorías «. Quizás también se les llame «tribus primitivas»…
…y quizás llegue el día, en que un meteorito de pequeñas minorías conformen uno grande que arrase con tanto egocentrismo y tanto olvido. Quizás los epicúreos pueblen algún día los restos de este universo de ideas, que es el hombre.
«Las palabras que educan sentimientos, los actos que los demuestran, eso, no se lo lleva ningún viento…y con un grano de arena acumulado en el tiempo, se formará esa montaña», quizás aún no sea tarde, madre tierra.
A ella, por su día y por todos los que espero lleguen, lanzo éste grito de absurda dejadez racional.