Antonio llevaba días presagiando que algo sucedería y como muerto viviente, se sentía. Desconocía “el cómo y el cuándo”, pero sus huesos le dolían como cuando el tiempo, quiere cambio. Así que había decidido acudir esa noche a la iglesia, después de «laborar» con el trabajo que tenía en la mesa. El sacerdote lo recibió algo alarmado, pues no eran horas propias «pa» abrir las puertas ni al mismo diablo, pero a vino le brindó cuando vio dádiva generosa.
«Le dejo encargado padre la misa de difunto, con un ruego especial de que lea usted en mi nombre, esta carta que le adjunto». El cura espantado no salía de su asombro y después de santiguarse, roció de agua bendita a Antonio, más, nada le objetó con el cepillo bien completo.
«Si esta carta se está leyendo, está claro, estoy muerto. En los diarios se habrá publicado el trágico accidente del afamado constructor arquitecto Don Antonio Latorre Grande; para ustedes aquí presentes, Toño el de patas cortas».
«Pronto quedaran todos sorprendidos y espero que más de uno, crea en mi desatino».
«A mi querida esposa le dedico estas bellas palabras: Es tanta la altura desde donde he caído, que mira tú, me ha dado tiempo de poner la quiniela. Otro día te la envío pa que sigas de puterío».
«Y de eso conozco bastante, ya sabes que mi abuelo era hombre de campo, y sus refranes y predicciones eran cosa bien sabida».
-«Ignora a la gente y escucha tu muerte», ella sabe todo y tiene muchos adeptos; pero ya te digo yo, que los tendrás bien grandes y de hombría»-
«Yo pensé que se refería a mis huevos y valentía, pero hablaba de los cuernos y muchos hombres serían. Me he muerto ya lo viste, pues en una caja me pusiste. No te preocupes por el precio, que ya le va la factura a mi socio querido para que no le salga gratis el empujón que me ha metido».
«Del suelo recogieron mis huevos estallados con revuelto de sesos y algo empalado. Son los restos del andamio que les regalo a los gandules de mis hijos, que saben mucho de juegos y de zombis asesinos; a ver si son capaces de montar este mecano y hallar las pistas, pa coger al asesino».
«Pero ustedes no se rían que aún no he terminado y desde estas alturas todo lo tengo claro, y por si errado estoy con el cura que lo averigüe el vecino, al que le dejé una copia y un testamento mío; con reparto de acciones y un buen beneficio. Sólo tiene que acudir al jefe de policía, que le dará veracidad a la firma mía, en la denuncia que he interpuesto al finalizar éste día».
«Quizás nada de ésto haya sucedido y sean los genes de un abuelo adivino, que desde chico me decía: -come pa que crezcas o te quedaras encogido, y desde bien alto habrás caído-.
«Sean mis ultimas palabras para mi esposa adorable: por si estoy en lo cierto, mejor me quedo con la quiniela, no sea que tenga pleno y te alegre la faena; ya se encargará mi querido socio, de ser, tu socio querido».