Tres,… las veces que creí en las nubes.
Quise que ellas me llevaran lejos.
Que sus cristalizados copos,
fueran la nieve deslumbrante a unos ojos inexpertos.
Que la inseguridad en los pasos,
fueran firmes tras tus huellas y en la profundidad blanca,
hundirme entre besos ingenuos,
formando parte de cada microscópica gota de agua
y llover de ti,
dejando suspendida en la atmósfera el amor.
Que su visible masa, dispersara la grisácea luz
que nadaba en el interior,… del ahogante vaso de no ser sin ti,
¡evaporar la tristeza!…
Atronadora colisión de moléculas
despertando la línea muerta de un desfibrilador.
Descarga de tensiones en un pararrayos no apto ni acorde con el tiempo.
¡Me llene de tu lluvia!,… hasta cubrir mi cuerpo.
Quede dormida entre el volumen espumoso de tu carne.
Tu delicado tálamo, dio descanso al alma.
Fuiste el escondrijo perfecto de la lágrima,
el camuflaje de una gota en un torrente.
Dos,… las veces que creí en las nubes,
y deje que fueran mi rumbo.
Que despejaran el Cúmulo atormentado, presa de un frágil vidrio.
Viaje sobre ellas perdiendo mi esencia.
Un trayecto de crecimiento por un camino incierto:
perdida de niñez, maceración de mujer.
Abandoné mis sueños por una nívea cubierta.
Absorbí los de mi huésped.
Transformé la natural forma,
por ser un átomo mas de agua en ellas.
Quise ser una partícula complementaria
y fundí mi núcleo, dejando que me engulleras.
¡Derrame conjunto a un lecho de tierra!,
era mi firme suelo, pero no supe hacerlo
y tu potente hidrógeno,
consumió mi oxigeno,
¡y caí!
Caí sola a tierra
Una,… una vez creí,
que serías siempre mi nube.
© M. D. (13.6.16) CÚMULO